Musa
En notas danzantes me sumerjo, me arrastran, me condenan, alegría y tristeza se entrelazan, en el suelo húmedo, lágrimas crecen.
Como acordes de guitarra eras tú, entrando, sombras atravesando, alma misteriosa, profunda como el mar, caminabas con tu música resonando.
Tu melodía se fundió con mi ser, en lo recóndito del alma nos encontramos, letras compartidas, universos entrelazados, tus versos vacíos, mis sentimientos brotados.
Amor desbordante, entrega sincera en la antesala de deseos ardientes, ¿fueron ciertos tus «te amo» susurrantes? ¿O en las notas encontré sueños dementes?
Promesas cumplidas, dedicaciones hechas, mi primer libro, palabras en tinta y papel, tú nunca lo leíste, quedó en el aire, arte surgido de la herida, mi odio fiel.
¿Dónde estás ahora, en qué rincón del viento? Se diluyó tu alma en el calor de julio, en las gotas de lluvia de agosto persistió, recuerdo imborrable, recuerdo mío.
Tus respuestas, acertijos sin resolver, un amor enigmático, devoción esquiva, nunca supe por qué, ni cómo ocurría, “amarme a mí no es lo mejor”, la frase cautiva.
Entre líneas ocultaste la verdad, en frases escritas, suspiros entretejidos, «Te amos» que se esfumaron en el viento, y tú partiste, dejándome pérdida.
Tu alma se fundió con el tiempo y las hojas, julio y agosto llevaron tu esencia lejos, pero en mi corazón persistes, eterno eco, el chico que cantaba, mi primer verso, mi reflejo.
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