La soledad que no quería quedarse sola.
La soledad tenía miedo de quedarse sola, de mirarse al espejo y no hallar el reflejo. Quería besarse las sombras quería acariciarse los vértices, las esquinas, pero no encontró ninguna. Entonces comenzó a temer a conocer ese sentimiento de vacío, donde la inmensa tristeza baila en la nada y las acaloradas depresiones suben y bajan cual marea en el mar. La soledad temía por ella en que su estado permanente fuese la locura, la llanura de lo intangible la espesura de lo indecible. Así que dando el salto de gracia busco a donde ir a parar en otro cuerpo no tan solo, no tan hueco, ni con eco; Un cuerpo donde a la soledad se le permitiera iniciar su revolución algo menos sobrio, menos gótico y un poco más caótico. Un lugar donde deje huellas pero no la piel, ya se cansó de ellas. Un compañero, que le hiciera cambiar de opinión, Que le mostrara los colores, esos que di...