Adiós

Hasta nunca.
Fueron las últimas palabras que se desvanecieron tras el humo del cigarrillo.
La tarde estaba sofocada,
el aliento no era más ácido
que las palabras de su boca.
Y en la calle, la humedad yacía recostada
sobre el pavimento
mientras el licor se consumió en el aire.
Me fui caminando con la incertidumbre
de no saber la verdad de aquellas pocas
palabras,
pero a sabiendas de que los aromas
se impregnaban en mi suéter
comencé a caminar sobre las gotas
qué comenzaban a caer escasas.
Ya no había tiempo de esperar
de pensar,
o meditar
mientras más acelerado el paso
más abundan las lágrimas del cielo
qué ha está altura del momento
se me antojan más dulces
que las mías,
más calmadas,
más pacientes
con más esperanza.
El agua sigue consumíendose sobre el pavimento
y mi amor sobre las llamas del infierno.
GL.

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