Adiós
Hasta nunca. Fueron las últimas palabras que se desvanecieron tras el humo del cigarrillo. La tarde estaba sofocada, el aliento no era más ácido que las palabras de su boca. Y en la calle, la humedad yacía recostada sobre el pavimento mientras el licor se consumió en el aire. Me fui caminando con la incertidumbre de no saber la verdad de aquellas pocas palabras, pero a sabiendas de que los aromas se impregnaban en mi suéter comencé a caminar sobre las gotas qué comenzaban a caer escasas. Ya no había tiempo de esperar de pensar, o meditar mientras más acelerado el paso más abundan las lágrimas del cielo qué ha está altura del momento se me antojan más dulces que las mías, más calmadas, más pacientes con más esperanza. El agua sigue consumíendose sobre el pavimento y mi amor sobre las llamas del infierno. GL.